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30 Marzo. Derechos de las trabajadoras del Hogar y de cuidados.

Me pregunto, cómo conseguimos mantener la vida a flote dentro de este sistema. La respuesta que encuentro es, que el cuidado no está dentro del sistema. Y si no está dentro, no se reconoce; y si no se reconoce, no se valora; y si no se valora, no se paga. Y si la vida, que sostiene el sistema no esta contemplada, las personas (mujeres) que realizan esta tarea la realizan en clave de servidumbre.

El patriarcado lleva imponiéndose como modelo más de 2.500 años. El hombre, se colocó en el centro del sistema, se apropió de la reproducción social que realizaban las mujeres y las colocó a su servicio. Con ello, se relegó a las mujeres a la subordinación o invisibilización, de sus tareas sociales, económicas y políticas, como son los cuidados.

En esta evolución, el patriarcado ha generado diques para que los cuidados queden al margen. En el sistema patriarcal, en el que el dinero es el centro, pagar el cuidado reventaría el sistema. Existe un conflicto abierto entre el capital y la vida. El reto civilizatorio es priorizar lo indispensable, como es la vida, ante la acumulación de la riqueza.

La lógica del beneficio que sustenta este sistema plantea que, ¿para qué pagar por un servicio social, que ancestralmente se ha realizado de manera gratuita? Las mujeres hemos sido esclavas de las necesidades reproductivas; hemos generado vidas que han movido las aspas del molino del capital. Hemos mantenido la vida sin reconocimiento social, cumpliendo con su mandato patriarcal.

Esta organización social se ha ido reformulando, y mujeres blancas privilegiadas, han podido acceder al espacio público gracias a la lucha feminista. Es así, como el cuidado se relega, a manos de mujeres migradas, que llegan de otros lugares obligadas por el empobrecimiento mundial y la feminización de la pobreza. De esta forma, se sustenta la cadena global de cuidados, que provoca que el cuidado se siga manteniendo por mujeres empobrecidas y sin derechos.

Los diques que permiten mantener el cuidado en clave esclavista son varios. Por un lado, la legislación. La ley de extranjería, que niega derechos a personas migrantes y les evoca al mercado negro, en el que no existe ninguna regulación social y ni laboral. La no ratificación por parte de España del Convenio 189 de la OIT y a través de la enmienda 6.777, se pospone hasta enero de 2024 la equiparación del sistema de cotización de las empleadas de hogar al régimen general de la Seguridad Social.

Las leyes laborales, no reconocen por igual al sector de empleo del hogar. Y sus sindicatos no priorizan es sus agendas, defender los derechos colectivos de este sector vulneralizado y desprotegido. No es casual que el mundo sindical, laboral, legislativo y político sea un mundo masculinizado, donde los intereses de las mujeres no son relevantes.

Las familias, donde incide directamente el trabajo del hogar y recae la responsabilidad de asegurar los derechos de este sector, tenemos la responsabilidad de exigir al sistema que genere políticas públicas de cuidado real y una ley de dependencia efectiva, que favorezcan el sostenimiento de la vida en clave de derechos y no de explotación. Solo entonces se pondrá la vida en el centro, no el capital.

No podemos olvidar que se trata de un trabajo que se desarrolla en el ámbito privado. Un ámbito en el que tradicionalmente han estado las mujeres, subordinadas a los deseos y los mandatos del hombre. Donde lo que sucedía ahí, ahí se quedaba. El trabajo de hogar se mantiene en ese ámbito, por lo que las vulneraciones y falta de derechos que sufrían las mujeres se repiten con las trabajadoras de hogar. Clasismo, racismo, violencia sexual y machista.

Aquí el movimiento feminista tiene mucho que hacer; es su responsabilidad visualizar y denunciar esa vulnerabilidad. Tenemos que dejar atrás discursos que solo benefician a unas cuantas privilegiadas para hacer transformaciones más radicales, para todas y cada una de las mujeres. Como mujeres que seguimos manteniendo la vida no podemos ser cómplices de la explotación de nuestras iguales; es necesario que seamos aliadas y que busquemos estrategias para dar la vuelta a lo que nos oprime a “todas”.

Existen asociaciones de inserción laboral que median entre ambas partes (familias-trabajadoras del hogar) para tratar de asegurar condiciones laborales dignas para estas trabajadoras. Pero es una realidad que los derechos en el trabajo de cuidados y del hogar son vulnerados sistemáticamente.

Y a ti, hombre que tradicionalmente te has quedado al margen de las labores reproductivas se te pide corresponsabilidad ante el cuidado. Es responsabilidad de toda la ciudadanía global hacer frente, a este reto.

¿TÚ, TRABAJARIAS EN UN TRABAJO EN EL QUE…?

SI TIENES PAPELES

Tienes la responsabilidad de la vida de otra persona; tu salario se puede reducir en un 30% en concepto de dietas. Como el cuidado es imprescindible, no se respetan los tiempos para el descanso; se incrementan tus tareas, pero no tu salario, siempre tienes que estar disponible, no tienes vida personal. No puedes acceder a una baja laboral o personal; tu despido está vinculado al fallecimiento de la persona que cuidas y no tienes derecho a paro; únicamente te corresponde una indemnización de un mes. Cobras el SMI. No tienes derecho a la prevención de riesgos laborales. Como trabajas en el ámbito privado no hay opción de que una inspección de trabajo compruebe si se están cumpliendo tus derechos laborales. Vives situaciones de violencia machista y clasista. Se te exige que quieras a la persona que cuidas, como si fueras de su familia, pero tu familia está en otro país. Para los sindicatos, personas legisladoras y clase política, no eres una prioridad.

Y SI NO TIENES LOS PAPELES.…

Trabajas de interina, con jornadas no reguladas; a veces reciben un mínimo salario por tu trabajo, pero otras, recibes a cambio, un lugar en el que permanecer durante tres años. No tienes prácticamente relación con el exterior, te aíslas. No conoces tus derechos, tienes miedo a que te denuncien y te deporten… ¡con lo que has sufrido para llegar! Asumes excesos por parte de las personas empleadoras, a veces son clasistas y/o racistas; incluso hay abusos sexuales. Te encuentras atrapada. Tienes dolores de espalda o de cabeza debido al estrés y por tu trabajo físico, pero tus dolencias no son atendidas…

Una sociedad sobrevive gracias al cuidado, pero para ésta, el cuidado no vale nada. Se hace gratuito, y si se paga, no va más allá del SMI. Si tenemos que cuantificar el valor social del cuidado, esa es la cifra 900 € al mes.

Esta sociedad consume cuidados; los necesitamos, son imprescindibles para sostener el engranaje social. ¿Quieres ser cómplice, a través de tu consumo, de la esclavitud de otra persona?

Creemos en otro mundo, con una organización social justa, donde los trabajos que sostienen la vida estén en el centro de todo. Porque estamos permitiendo cadenas globales de esclavas en el siglo XXI. El cuidado de la vida, es ahora una inspiración, para un nuevo cambio paradigmático urgente.

Autora: Estíbaliz Gómez de Segura. Zentzuz Kontsumitu

Comentarios

  • Celia
    10 abril, 2019 at 9:11 am

    Los cuidados están en el engranaje social pero siguen sin derechos, pertenecen al esclavismo y no están en la agenda política, a día de hoy.

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